En las Américas, la violencia contra las mujeres mantiene cifras alarmantes: una de cada tres mujeres de 15 años o más ha sufrido agresiones físicas o sexuales, según estimaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
A pesar de programas , los avances para frenar estos abusos se han mantenido lentos, dejando a millones en situación de vulnerabilidad.
La violencia de pareja no da tregua
La violencia de pareja continúa siendo la forma de abuso más frecuente en la región. Las estadísticas muestran que durante las últimas dos décadas, la prevalencia de violencia por parte de la pareja se ha mantenido prácticamente sin cambios.
Según la OPS, una de cada cuatro mujeres entre 15 y 49 años ha experimentado violencia física o sexual por parte de su pareja.
Por otro lado, una de cada ocho mujeres ha sufrido violencia sexual por alguien que no es su pareja, lo que evidencia que el riesgo se extiende más allá del hogar.
Britta Baer, asesora de la OPS, advierte: “La vergüenza y el estigma asociados con la violencia sexual dificultan la denuncia, lo que sugiere que las cifras reales son probablemente mucho más altas”.
El silencio y la invisibilidad del problema refuerzan la urgencia de políticas públicas más efectivas y campañas de concienciación a nivel regional.
Adolescentes y adultas mayores, las más afectadas
La violencia comienza temprano: el 21% de las adolescentes de 15 a 19 años ha sufrido violencia de pareja antes de cumplir los 20.
En paralelo, el 23% de las mujeres de 65 años o más reporta haber vivido violencia, lo que demuestra que la edad no protege de los abusos.
La violencia contra mujeres genera consecuencias que trascienden la vida física y emocional de las víctimas. Entre ellas destacan lesiones, embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual, depresión e incluso el femicidio en los casos más extremos, un recordatorio de que la prevención no puede esperar.
El impacto en la próxima generación
Los hijos expuestos a violencia en el hogar presentan mayores probabilidades de repetir o sufrir abusos en la adultez.
Así, se perpetúa un ciclo de violencia que afecta a toda la sociedad, subrayando la necesidad de estrategias integrales que involucren educación, salud y justicia.