El programa Bolsa Familia, que unificó en 2003 varios programas sociales existentes, fue creado con el objetivo de reducir la pobreza y la desigualdad en Brasil. Se basa en una transferencia de dinero condicionada a la asistencia escolar de los niños y al cumplimiento del calendario de vacunación, además de chequeos médicos para mujeres embarazadas.
El Banco Mundial lo reconoce como uno de los programas de transferencias monetarias más grandes y de mayor duración en el mundo. Con un gasto aproximado de solo el 0,5 % del Producto Interno Bruto (PIB), genera amplios beneficios en crecimiento económico, productividad, salud y educación.
El caso de Mavigson Silva, un economista que creció en una favela y fue el primero de su familia en ir a la universidad, es un testimonio del impacto del programa. Silva, quien hoy participa en un proyecto académico en la Universidad de Stanford, atribuye su éxito a Bolsa Familia.
Según él, los ingresos mensuales de la ayuda les permitieron a su familia, que había huido del narcotráfico y vivía en la pobreza extrema, pagar servicios básicos y comprar alimentos de mejor calidad, señala un reportaje de la BBC.
Impacto en la salud y la sociedad en Brasil
Una investigación publicada en la prestigiosa revista The Lancet Public Health refrenda la capacidad de Bolsa Familia para reducir la mortalidad. Davide Rasella, investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y colaborador en el estudio, explica que el dinero «da acceso a alimentos de mayor calidad que disminuyen las enfermedades, mejoran la nutrición, la seguridad alimentaria y mejoran la salud en general».
El estudio encontró que el efecto más llamativo se vio en los menores de 5 años, cuya mortalidad se redujo en un 33 %, especialmente por causas asociadas a la pobreza como la desnutrición y las infecciones respiratorias. Los mayores de 70 años también se vieron beneficiados, con una disminución del 48 % en sus hospitalizaciones. En total, el programa ha evitado más de 8 millones de hospitalizaciones y 700.000 muertes en las últimas dos décadas.
La profesora Daniella Cavalcanti, quien dirigió el estudio, resalta que el programa tiene un «efecto multiplicador que abarca a todos los miembros de la unidad familiar» y que la condicionalidad del programa es clave para su éxito. «No es caridad. Se demostró que es una inversión para el Estado y que conduce a ahorros», afirma Cavalcanti, enfatizando que las transferencias monetarias deben ser un complemento de las inversiones en salud.
Además, el programa dinamiza las economías locales al incentivar a las familias a comprar en comercios de proximidad, rompiendo los ciclos de pobreza y promoviendo la dignidad de los beneficiarios.
Efectos en la educación y las críticas a Bolsa Familia
Bolsa Familia también ha demostrado un impacto positivo en la educación. Un estudio de la Revista Científica de la Universidad Complutense de Madrid encontró que el programa aumentó en un 112 % la probabilidad de escolarización en niños de hogares con ingresos muy bajos.
La Iniciativa Brasileña de Aprendizaje por un Mundo sin Pobreza reporta que un 75 % de los estudiantes beneficiarios concluyen la educación básica a la edad esperada, lo que contribuye a la reducción de la desigualdad escolar en Brasil.
Pese a los resultados positivos, el programa enfrenta críticas. Los detractores argumentan que las ayudas regulares pueden generar dependencia del Estado y desalentar la búsqueda de empleo formal. Sin embargo, múltiples estudios, incluyendo los del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, no han encontrado evidencia significativa de este efecto.
Guilherme Lichand, profesor de la Universidad de Stanford, contradice esta idea con cifras: solo el 20,4 % de los beneficiarios que crecieron con la ayuda en 2005 seguían recibiéndola en 2023. Incluso en la región más pobre, el nordeste, el 58 % de los hijos de exbeneficiarios ya no cumplían con los requisitos para la transferencia.
Comparación con modelos latinoamericanos
Los programas de transferencia de efectivo se han expandido rápidamente en países de ingresos bajos y medios, pasando de ocho naciones en 1960 a 134 países en 2019. En América Latina, existen ejemplos comparables a Bolsa Familia, como el Programa de Becas para el Bienestar Benito Juárez en México y el Bono de Desarrollo Humano en Ecuador. Aunque estos programas también buscan combatir la pobreza extrema, el modelo brasileño se destaca por su eficiencia y bajo costo administrativo.
El programa de Ecuador, que beneficia a casi un millón de hogares, requiere el 0,6 % de su PIB, un porcentaje mayor que el de Bolsa Familia. El de México, que alcanza a más de 50 millones de personas, utiliza el 0,55 % de su PIB. En contraste, Chile destina solo el 0,03 % de su PIB a su programa Ingreso Ético Familiar.
La efectividad de Bolsa Familia, en gran medida, se debe a la libertad que tienen las madres para elegir cómo gastar el dinero, lo que le otorga un sentido de dignidad y autodeterminación a las familias beneficiarias, señala el reportaje.
Un ejemplo de éxito en el mundo
El experto en educación de Stanford, Guilherme Lichand, concluye que Bolsa Familia es un claro ejemplo de éxito que refuta las narrativas sobre los posibles efectos desincentivadores. La desaparición de las migraciones masivas por sequías hacia el sureste de Brasil es, para él, la prueba más reveladora de que garantizar un sustento mínimo también implica dignidad.
La flexibilidad del programa, que se adapta a las realidades económicas y culturales de Brasil, es una de las razones por las que ha recibido elogios de universidades como el MIT y Oxford, convirtiéndose en un modelo a seguir para otros países. (10).