Liga de Portoviejo ascendió a Serie B tras cuatro años en Segunda Categoría con un equipo sólido, experiencia y el gol decisivo de Jhojan Riascos.
Después de una campaña llena de maduración, trabajo silencioso y corrección de errores, el equipo universitario manabita logró el tan ansiado retorno a la segunda división del fútbol ecuatoriano.
Alfredo Delgado, histórico exjugador y técnico del club, y el periodista Enrique Zambrano coinciden en que la clave fue construir un plantel competitivo línea por línea, mantener la base del año anterior y contar con variantes que nunca desentonaron.
“Es importante resaltar un grupo de jugadores que vienen jugando en buen porcentaje juntos, conocen la categoría, de igual forma el cuerpo técnico corrigió errores del año anterior y fortaleció al plantel en diferentes líneas. Además no olvidar las áreas multidisciplinaria que son el fortalecimiento de un equipo de fútbol para lograr la supercompensación de los jugadores y su afición como siempre alentando apoyando que se juega un plus aparte”, dijo Delgado.
El proceso no fue perfecto, pero sí constante. Liga de Portoviejo fue encontrando su mejor versión a medida que avanzaba el torneo, sumando puntos altos en todas las zonas del campo y resolviendo problemas que en 2024 le habían costado caro.
La defensa: experiencia y recambio juvenil
En el arco, Raúl Duarte contó con dos opciones de lujo: el experimentado Manuel Mendoza y el juvenil Álex Mayorga, quien rindió a gran nivel cada vez que le tocó actuar. Por las bandas, Cangá y Jimmy Gómez aportaron experiencia y dos temporadas consecutivas en el plantel, lo que facilitó la comprensión colectiva.
El bloque defensivo fue uno de los pilares del ascenso. Los centrales Efrén Proaños y Pablo Cifuente repitieron la solidez del año anterior, mientras que el costado izquierdo se fortaleció con las llegadas de José Hernández y José Luis Montoya, quienes aportaron proyección ofensiva sin descuidar la marca.
Joel Quintero también llegó para reforzar el trabajo defensivo y dar mayor seguridad cuando fue requerido. Esa mezcla de juventud y veteranía permitió que la “U” tuviera una de las zagas más sólidas del campeonato.
El mediocampo que organizó y contuvo
En la mitad de la cancha apareció la gran figura del ascenso: Jairon Bonett. El volante fue el motor del equipo, especialmente en el partido de vuelta ante Aampetra, donde manejó los tiempos, ganó duelos y dio posesión al equipo universitario.
Jackson González se consolidó como el otro pivote de marca, mientras que la inclusión de Edison Caicedo (según Zambrano) fue clave para equilibrar el sector: marca fuerte pero con pausa, algo que González a veces no tenía. Bonett y Caicedo se complementaron de forma excelente.
Por los costados, Osman Pico y Jakson Landázuri aportaron desequilibrio. Pico, intermitente pero letal en tres cuartos de cancha, y Landázuri, incansable cerrando líneas y proyectándose, le dieron dinámica y variantes al ataque posicional de Liga.
Delanteros diferentes para la categoría
Arriba, César Espínola y Jhojan Riascos marcaron la diferencia. El paraguayo se convirtió en el goleador del equipo y el colombiano, que el año anterior había fallado un penal decisivo, esta vez se redimió con el gol que clasificó a Liga en la semifinal de vuelta.
Cuando alguno de los titulares no estuvo, los suplentes nunca bajaron el nivel. Jugadores como Misael Checa, Esneider Cheme o Andrew Delgado entraron y mantuvieron la misma intensidad, algo que Enrique Zambrano destaca como fundamental: “No hubo solo un once, hubo un plantel”.
El cuerpo técnico, liderado por Raúl Duarte, conservó la confianza de la directiva y corrigió errores del 2024 tanto en lo futbolístico como en lo dirigencial. Esa continuidad fue oro puro.
El factor institucional y el apoyo popular
Más allá del campo, el ascenso tuvo otros protagonistas. La gestión de la presidenta Mónica Zamora y el apoyo del alcalde de Portoviejo Xavier Pincay consolidó el presupuesto, algo que Zambrano resalta: “Cuando no hay líos económicos, los líos son menos”.
La dirigencia reforzó el plantel en los momentos justos y armó un staff multidisciplinario que acompañó al cuerpo técnico. Incluso la prensa local, lejos de criticar destructivamente, apoyó durante todo el proceso.
Y el público respondió. El cierre de campaña en el estadio Reales Tamarindos fue una fiesta inolvidable, con una asistencia masiva de 18.000 hinchas que empujaron al equipo en los momentos más complicados del hexagonal final.
De villano a héroe: el gol de Riascos y el cierre perfecto
El punto clave llegó en la semifinal de vuelta. Liga no jugaba bien, pero apareció la jerarquía individual: primero César Espínola y luego Jhojan Riascos. El colombiano, con una jugada personal memorable, marcó el gol del ascenso y borró de un plumazo el penal fallado del año anterior ante 22 de Julio.
Fue el premio a un proyecto que se construyó con paciencia, corrección de errores y una idea clara: fortalecer línea por línea sin perder la identidad. Cuatro años después, Liga de Portoviejo vuelve a la Serie B por la puerta grande.
La “U” está de regreso, y lo hace más fuerte que nunca. Manabí celebra, Portoviejo vibra y el fútbol ecuatoriano recupera a uno de sus clubes históricos en el lugar que merece.