Nadie recuerda el día exacto en que nació La Polvosa, pero en el barrio Córdova —el más antiguo de Manta— todos saben que su agonía comenzó en julio de 2025. Allí, en el corazón del Córdova, sobrevive la cancha más añeja y querida de la ciudad. La llaman “La Polvosa” porque, como todo lo legendario, arrastra historia y levanta polvo.
Cuentan que tiene más de 60 años, cerca de los 70. No nació donde está ahora: fue trasladada unas cuadras cuando las calles empezaron a trazar el nuevo rostro del barrio Córdova. Desde entonces, se convirtió en un símbolo inamovible de la infancia, los torneos y los goles.
Los campeonatos que se organizan en La Polvosa
Para Franklin Romero, de 68 años, es más que un rectángulo de tierra. “Desde mi ventana la veía todos los días”, dice con voz rasposa. Era niño cuando su madre le daba permiso para jugar. Volvía empolvado, feliz. En casa lo esperaba un baño. Ahora ya no corre tras la pelota, pero desde hace dos décadas organiza torneos que mantienen viva la tradición. Tres campeonatos al año: uno juvenil y dos para mayores de 50.
Cada fin de semana, equipos de siete se enfrentan entre nubes de polvo. Vienen de todos los barrios de Manta. Para calmar la tierra, se pide un tanquero con agua, aunque ninguna medida impide salir cubierto del característico velo marrón de La Polvosa. Pero la historia está a punto de cambiar. O, peor aún, de terminar. El terreno tiene dos dueños. Uno de ellos reapareció hace un par de semanas y advirtió: va a cerrar su parte.
La noticia cayó como un balonazo al pecho. Franklin calcula que ya no se podrán hacer partidos de siete, sino apenas de seis. La reducción no es solo de jugadores; es de sueños, de comunidad, de memoria. La propietaria anunció que levantará una pared de ladrillos. La cancha entera abarca 1500 metros cuadrados y está avaluado en 300 mil dólares todo el terreno.

El terreno que se quiso expropiar
Hace más de una década, los vecinos intentaron que el municipio expropiara el terreno y construyera allí una cancha con césped. Pero el trámite se empantanó como un partido bajo la lluvia, cuando la pelota se niega a rodar. La Polvosa se resiste a desaparecer. Los que la conocen saben que no hay otra igual: ni por lo vieja, ni por lo sucia, ni por lo querida. Tal vez no tuvo cumpleaños, pero tendrá funeral. Y será, como todo en ella, cubierto de polvo.