La problemática de las barras bravas, un fenómeno de violencia y poder arraigado en el fútbol latinoamericano, ha sido objeto de múltiples intentos de combate. Sin embargo, a pesar de las diversas medidas implementadas, sus resultados son limitados y distan de la eficacia demostrada por los modelos europeos.
Mientras en el viejo continente la erradicación de los grupos violentos de los estadios es una realidad, en América Latina el problema persiste, señalando un marcado contraste en la efectividad de las estrategias.
¿Qué, quién, cuándo, dónde y por qué? El combate a las barras bravas en América Latina se ha intentado a través de medidas como la prohibición de público visitante, sanciones de la Conmebol y legislaciones locales. Sin embargo, la falta de efectividad de estas acciones ha quedado en evidencia, ya que la violencia continúa y los incidentes se repiten en estadios de países como Argentina, Perú y Brasil, entre otros.
Este fracaso se debe, en gran medida, a la complicidad institucional, leyes obsoletas y una falta de voluntad política para desmantelar las complejas redes de poder que operan alrededor de estos grupos, señalan los estudios e investigaciones publicadas sobre el tema.
Los desafíos de la lucha en la región contra las barras bravas
En la región, la lucha contra la violencia en el fútbol se enfrenta a barreras significativas. Una de las medidas más comunes, la prohibición del público visitante, ha sido adoptada por países como Argentina desde 2013 y por Perú en partidos de alto riesgo y también en Ecuador. Si bien esta estrategia busca mitigar los enfrentamientos directos, su alcance es limitado, ya que la violencia muchas veces se genera dentro de las mismas hinchadas o en los alrededores de los estadios.
Otro aspecto crítico es el de las sanciones de la Conmebol, el organismo rector del fútbol sudamericano. A pesar de los castigos impuestos, como la disputa de partidos a puertas cerradas, su efectividad es puesta en duda, dado que en múltiples ocasiones, los clubes logran reducir las penalizaciones tras apelar.
Infiltración y falta de voluntad política
Un factor central en la persistencia de las barras bravas es su profunda infiltración en las estructuras de poder. Las fuentes indican una «confabulación» y «vínculos y pactos» entre dirigentes de clubes, fuerzas de seguridad, políticos y los propios líderes de las barras. Esta complicidad se traduce en la entrega de entradas, favores o dinero a cambio de apoyo, y en la creación de «zonas liberadas» por la policía, que permiten a los grupos violentos operar con impunidad, indican las publicacones periodísticas.
Además, la legislación existente a menudo es descrita como «anticuada» y carente de aplicación efectiva. En Argentina, se señala que las leyes facilitan una «puerta giratoria» en el sistema judicial, donde los individuos violentos entran y salen sin enfrentar condenas severas. En Perú, a pesar de las normativas para identificar y prohibir la entrada a individuos violentos, «en la práctica no se cumplen».
Un obstáculo significativo es la ausencia de estadísticas oficiales sobre la violencia en el fútbol, lo que dificulta la comprensión y resolución del problema de las barras bravas. Organizaciones civiles, como Salvemos al Fútbol en Argentina, se ven obligadas a realizar un «trabajo artesanal» para recopilar datos, lo que evidencia la falta de un sistema de monitoreo y control estatal.
El modelo europeo: un referente de éxito
El contraste con Europa es notable. Ligas como la Premier League inglesa y la Bundesliga alemana han implementado un conjunto de medidas robustas y coordinadas que han logrado erradicar en gran medida la violencia organizada de los estadios. Este éxito se sustenta en una voluntad política firme y una cooperación interinstitucional.
En Inglaterra, tras tragedias como la de Heysel (1985) y Hillsborough (1989), el gobierno británico intervino de manera decisiva. Se implementaron medidas como el veto judicial de 3 a 10 años para personas condenadas por actos violentos, unidades de inteligencia policial especializadas en la vigilancia de hinchas, y el uso extensivo de cámaras de seguridad que enfocan directamente a los grupos radicales.
Estas acciones, sumadas a la creación de la Premier League en 1993, transformaron el modelo deportivo y de negocio, priorizando la seguridad. En Alemania, el éxito se basa en un registro central de violentos desde 1992, que permite a la policía mantener a los individuos con antecedentes alejados de los estadios. La observación por video es una herramienta clave para identificar a los responsables de la violencia.
Estrategias de control en el continente contra las barras
Otros países europeos también han implementado medidas efectivas contra las barras bravas. En Francia, se designan partidos de alto riesgo que conllevan dispositivos policiales reforzados y, en ocasiones, prohibiciones de viaje para los aficionados visitantes. Las autoridades también realizan operaciones para evitar la exhibición de símbolos extremistas en las gradas.
En Italia, la implementación del «Daspo» (prohibición de entrada a eventos deportivos) permite vetar a quienes causen peleas por un período de 3 a 8 años, incluso obligándolos a presentarse en una comisaría durante los partidos. Además, el carné de aficionado y las entradas personalizadas con número de asiento facilitan la identificación de los asistentes, excluyendo a los condenados por delitos relacionados con los estadios.
A nivel continental, la UEFA ha aplicado medidas contundentes, incluyendo controles de acceso rigurosos, prohibición de venta de alcohol dentro de los estadios y protocolos de seguridad que priorizan la integridad de los aficionados.
Conclusión: ¿cirugía mayor o puerta giratoria?
El análisis de las fuentes revela que la lucha contra las barras bravas en América Latina es, en la práctica, una «lucha solitaria» para las organizaciones civiles y las autoridades que realmente buscan un cambio. La brecha con Europa no es solo una cuestión de leyes, sino de una profunda voluntad política e institucional para romper con los «pactos» de corrupción que permiten a estos grupos operar como «mafias».
Las soluciones propuestas para la región, como castigos ejemplares, la ruptura de la complicidad y la aplicación de leyes actualizadas, requieren un cambio de paradigma que priorice la vida y la seguridad por encima del «negocio» o la «victoria en el escritorio». Sin una «cirugía mayor» que extirpe las redes de poder, el problema continuará, y las medidas seguirán siendo insuficientes, perpetuando el ciclo de violencia en el fútbol latinoamericano. (10).